Instrumento de la misión

Pilina

La venerable sierva de Dios María del Pilar Cimadevilla López-Dóriga, más conocida como “Pilina”, nació en Madrid en febrero de 1952. Sufrió la enfermedad de Hodgkin, en aquel momento sin tratamiento curativo, y falleció a la edad de diez años, en marzo de 1962, en el Hospital Gómez Ulla. Muy pronto se extendió su fama de santidad. Su cuerpo descansa en la madrileña Parroquia de San Ginés y sigue abierta la causa para su beatificación.

Estando al cuidado de las Hijas de la Caridad, Pilina conoció la Unión de Enfermos Misioneros (UEM, encuadrada en la Pontificia Unión Misional). Los enfermos asociados a ella buscan ofrecer sus padecimientos, sus oraciones y su propia conversión interior por la santificación de los misioneros, el aumento de su número y la extensión del mensaje salvífico de Cristo. Además, procuran ser misioneros en su ambiente, con su ejemplo de vida y su autenticidad cristiana.

Pilina, desde el primer momento, quiso pertenecer a esta Unión, viviendo una vida de oración y ofrecimiento por la misión y los misioneros. Esa posibilidad de ofrecer sus sufrimientos por las misiones la entusiasmó, hasta el punto de convertir su vida entera en un acto de entrega al Señor, sin quejarse de sus fuertes dolores y preocupándose más de los otros que de sí misma. Como la francesa Margarita Godet, inspiradora de la Unión de Enfermos Misioneros, Pilina vivió su apostolado sabiendo encontrar y amar a Jesús en ella y en los demás; este fue todo su secreto.

La enfermedad maduró el alma de esta niña de un modo que impresionó a todos los que la conocieron en el hospital, convirtiéndose en un testigo vivo para médicos y enfermeras y dando una lección diaria de cómo vivir la vocación misionera. Lo refleja el testimonio de uno de estos médicos: “Cuando, tras haber hecho el diagnóstico difícil o establecido un tratamiento perfecto, nos dejábamos llevar por el optimismo soberbio, considerándonos dioses, su presencia nos recordaba la limitación de nuestra ciencia, y lo mucho que aún nos queda por aprender. Cuando, por el contrario, el pesimismo nos invadía, cuando nos quejábamos del mucho trabajo y las escasas satisfacciones que esto producía, allí estaba «ella» dándonos una lección de cómo se debe llevar con alegría una carga, por pesada y desagradable que sea. Esta fue una de sus enseñanzas: la búsqueda del justo medio ante las posturas falsas de la soberbia necia y el pesimismo desalentador”.

Hoy volvemos la mirada a Pilina para que la animación misionera sea capaz de sembrar el espíritu misionero en quienes sufren, invitándoles a ser testigos e instrumentos de la misión. Porque, como escribió san Juan Pablo II en Salvifici doloris (1984), “los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás”. Una manera de ejercer el apostolado con el deseo profundo de vivir la vocación misionera.

Su cuerpo reposa en la Capilla de la Virgen del Castillo de la parroquia de San Guinés de Madrid, donde pueden consultarse más detalles.

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