Enrique, Alejandra, Luis Miguel, Beatriz, Pedro, Gregorio, Inma, Juan Antonio, David, Maruxa, puedo seguir hasta 560 nombres propios que respondieron a la llamada del Señor, que irrumpió en sus vidas con gran alegría, la alegría del que se sabe elegido. Pero todos ellos tiene algo en común, profundizaron en su ser hijos de Dios, si comprendieron y experimentaron el gran amor y la gracia que Dios nos regala por el Bautismo. Sin esta primera respuesta, sin acoger esta gracia, no entendemos, no nos hacemos conscientes de que Dios tiene algo que decir para nuestra vida, que el Señor quiere entrar en tu vida para colmarla, quiere que seamos instrumentos suyos.

Los misioneros no son aventureros, o no tenían nada mejor que hacer, o no tenían familia… los misioneros por encima de todas estas cosas, responden a una vocación especifica a la misión ad gentes, y no porque no sean conscientes del apostolado que pueden realizar en su familia, en su trabajo, en su parroquia, no es algo en contra de, es respuesta de amor a una llamada, la mayoría de los misioneros están en lugares recónditos a horas del aeropuerto más cercano, en ocasiones viven sin luz, sin agua potable, viven sin un sacerdote cerca que les pueda confesar… tienen una vida entregada allí donde la Iglesia les ha enviado, no es su obra, es la obra de la Iglesia, han sido enviados no abandonados.

Por este motivo celebramos este día, no porque el resto de los 364 días no recemos o nos olvidemos de ellos, mostramos la belleza de su vocación, queremos vivir nuestro bautismo con esa entrega generosa, sin miedo al SI, sin miedo a la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Quiero hacer un especial mención a los 360 enfermos misioneros, que ofrecen su enfermedad por los misioneros por la misión de la Iglesia, ellos han comprendido mejor que nadie que no es lo que hacemos, es lo que somos, lo que hace crecer a la Iglesia, el amor incondicional y la vida derramada en todas las circunstancias de nuestra vida.