Fundadora de San Pedro Apóstol (Normandía, Francia)

Jeanne Bigard

Jeanne Bigard nació en Normandía, Francia, el 8 de diciembre de 1859 en el seno de una familia acomodada. Su madre, Stéphanie Bigard, le transmitió un vivo interés por la vida espiritual y compartió con ella todos sus compromisos y sacrificios. Jeanne desarrolló un profundo interés por los obreros del Evangelio y, junto con su madre, comenzó a trabajar para las misiones elaborando objetos de culto, utensilios y vestimenta para los misioneros enviados a Japón.

En 1878, tras el fallecimiento de su padre y, nueve años después, de su hermano, Jeanne y su madre pasaron por un período de angustia. Sin embargo, gradualmente encontraron consuelo en Dios y en el servicio a los demás. Escribían a los misioneros y recibían cartas de ellos informándoles de sus actividades, necesidades y proyectos. El primer protegido de las Bigards fue un misionero en Kioto, en Japón, el padre Aimé Villion, al que ayudaron a construir la iglesia de San Francisco Javier en Kioto.

Se dieron cuenta de que las misiones eran desconocidas para el público en general y de lo emocionante que era el trabajo que se realizaba en ellas. Las Bigards abrieron sus ojos y sus almas a la urgencia y a la necesidad de que las iglesias misioneras tuvieran su propio clero.

El obispo Mons. Jules-Alphonse Cousin de Nagasaki, comprendiendo la necesidad de formación sacerdotal local para la evangelización, quería construir un seminario para las vocaciones nativas. Al carecer de los fondos necesarios, el 1 de junio de 1889, el obispo pidió ayuda a la familia Bigard. Este momento marcó un punto de inflexión en la vida de Jeanne: tenía la convicción de que era la voz de Dios que le llamaba a ser una madre espiritual para muchos sacerdotes.

Con exaltación y llena de celo extraordinario animó a su madre para organizar la recaudación de los fondos necesarios. Tomaron la decisión de reducir sus gastos personales, retirándose a dos pequeñas habitaciones, evitando grandes gastos, comodidades o bienes de cualquier tipo, para poder ayudar mejor al proyecto de Mons. Cousin, enviando más dinero para sus seminaristas y más indumentos para los sacerdotes.

Comprometidas con la adopción de seminaristas japoneses, las Bigards quisieron también llegar a otros misioneros, extendiendo su generoso interés a otras misiones. Su preocupación principal era sobre todo el clero indígena y, así, recogieron información a través de los obispos y vicarios apostólicos de las Misiones Extranjeras de París. De los misioneros de todas partes: India, Cochinchina, Manchuria, África…, recibían la misma noticia qua ya conocían: que el futuro de las misiones dependía de la formación del clero local, pero que la falta de medios no les permitía acoger las numerosas vocaciones que se presentaban.

Jeanne, que simpáticamente se apodó a sí misma “cabeza dura” por su tenacidad y obstinación, pronto comprendió que este compromiso requería de un movimiento organizado que se ocupase de ello. Así entre 1889 y 1896, fundaron la Obra de San Pedro Apóstol en la ciudad de Cambrai, en el norte de Francia. Jeanne y su madre, Stéphanie Bigard, donaron toda su fortuna para ayudar en la formación sacerdotal en territorios de misión. Así, la Obra de San Pedro Apóstol asumió la responsabilidad de una de las actividades esenciales y urgentes para la evangelización: la formación de sacerdotes locales a través del apoyo a seminarios y a escuelas teológicas en los países de misión.

Con la Encíclica Ad Extremas Orientis publicada el 24 de junio de 1893, el Papa León XIII lanzaba una invitación al mundo cristiano y a todos los católicos de Europa a mostrarse generosos y caritativos con los seminarios de la India. Las señoras Bigard recibieron el documento como una aprobación divina de sus planes de acción y la Obra se sintió fuertemente animada. Las preocupaciones del Santo Padre por el clero indígena se hacían una con las preocupaciones de las Bigards. Esta coincidencia las inspiró a poner su trabajo bajo la protección de San Pedro Apóstol.

A pesar de su frágil salud, Jeanne se entregó por completo a la misión y consagró su vida totalmente a Dios. Debido a una enfermedad, confió la gestión de la Obra de San Pedro Apóstol a las Franciscanas Misioneras de María de Friburgo, de las que dependía, y falleció el 18 de abril de 1934 en Alençon.