Juan Antonio Fraile, comboniano, misionero madrileño, compartirá el 1 de junio su testimonio.

El padre Juan Antonio Fraile Gómez, misionero comboniano, compartirá sus vivencias con todos los asistentes. Nacido en Madrid en 1960, desde su niñez recuerda que cuando se acercaba la campaña del Domund, «era una alegría salir a la calle con las huchas para que la gente colaborase con los misioneros». También explica que con 6 años se suscribió a la revista Aguiluchos.

«Dios te va guiando»

Un día fue a visitar a unos antiguos profesores, y se le vino a la cabeza la pregunta «¿Juan Antonio, por qué no te haces misionero?». Al principio pensó que era una tontería e intentó alejar esos pensamientos de su mente porque, como él dice, «estaba muy a gusto con la situación que estaba viviendo». Lo cierto es que cada vez que trataba de alejar esa idea de su cabeza más le rondaba la pregunta «¿por qué no compartes lo que tienes, es decir, lo que has recibido?». Así que un día tuvo que parar y decidir qué iba hacer el resto de su vida.

Primero se lo comentó a su novia, «una situación que fue muy dolorosa para los dos», pero Juan Antonio sabía que era lo mejor. Aunque había momentos que no lo tenía claro y pensaba que «si Dios quiere esto para mí, que me lo explique claramente».

Llegó el día, y el padre Juan Antonio dio el paso y entró en el postulantado de los Misioneros Combonianos. Al principio no había pensado en ello pero fue viendo cómo «Dios te va guiando». En este sentido afirma que lo que deseaba «era compartir lo que había recibido», es decir, «esta fe que daba sentido a su vida», y «levarla a los que no habían tenido como él «la suerte de nacer en un país cristiano, de vivir con esta fe y de avanzar».

En este sentido explica que ansiaba ya irse a un país de misión. Por eso le decía al Señor «quiero seguirte y me pongo a tu servicio». Pero no olvidemos, insiste el misionero, «hay que dejarse llevar por Dios y decirle aquí estoy».

«Hay que ponerse en las manos de Dios»

Después de los estudios de Filosofía en Granada, confiesa que su mente ya estaba en África, pero sus superiores le enviaron primero a Austria. «A lo largo de mi vida he aprendido que hay que ponerse en las manos de Dios, y donde quieran enviarte está tu misión». En este sentido explica que ha podido comprobar que «Dios se manifiesta a través de la Iglesia». Respecto a su experiencia en Austria, afirma que Dios le fue preparando para las dificultades que vendrían después.

Una vez finalizó Teología en Austria fue ordenado sacerdote en 1994, le destinaron a la República Democrática del Congo, que entonces se llamaba Zaire. Para él fue una gran alegría, aunque la situación era muy difícil. Estalló una guerra que aún no ha finalizado. De aquellos años, el padre Juan Antonio recuerda que su misión fue saqueada, les amenazaron y se tuvieron que refugiar en la selva más de 15 días con los pigmeos. «Tuvimos que dormir en la intemperie, pero en esos momentos sientes cómo Dios está allí, te protege y siempre te pone personas a tu alrededor para darte ánimo y ayudarte».

Su primer destino fue en la frontera junto al Sudán. Allí vivió los momentos más duros. Luego llegaría la segunda guerra, y al año le destinaron a la parroquia de Santa Ana. Para llegar a los pueblos tenía que caminar por lugares complicados, llenos de barro y de hoyos. Solo podía acceder en bicicleta. Pero «te reconforta el compartir con aquellos hermanos, que viven en esa situación tan complicada, y que te animan a decir «Dios está con nosotros y nos ayuda»».

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