P. Daniel Ruiz, misionero en Tanzania: “Nos tiene que importar que las vocaciones nativas sigan surgiendo”

Comunicación /OMP

Daniel Ruiz, misionero de la Consolata, habla en este testimonio de sus cuarenta años de misión en Tanzania, y de las vocaciones que han surgido allí, para la Iglesia local y para el mundo. También cuenta su propia vocación a la Consolata, llevar el consuelo de Dios, Jesús, a todos los hombres.

“Provengo de una diócesis muy misionera, que es Bilbao, y con otros compañeros, que también tomaron la misma decisión, estudié en el Seminario Diocesano de Derio, Bilbao, hasta la Filosofía. En esa época –la edad también– es cuando uno tiene estas ilusiones: la aventura, el hacer algo por Cristo, por la misión. Nuestra diócesis ya tenía las misiones diocesanas, sobre todo en Los Ríos, en El Oro, en Ecuador. Tenías también en Burundi, en el Congo… En fin, podría haberme quedado allí, pero en aquella época pasaban muchos misioneros, como ellos decían, para reclutar. Vinieron los Combonianos, los Padres Blancos, los Javerianos, la Consolata. Y salieron bastantes. Nosotros nos animamos porque teníamos un grupo que llamábamos la Academia Misionera. Y tanto es verdad que uno se animó y se fue. Y al año siguiente fuimos ya tres a Italia. Porque nuestra congregación, nuestro Instituto misionero, es de origen italiano, de Torino, Turín. Y allí fuimos para hacer el primer año, el año de noviciado, y después terminamos la Filosofía y seguimos los estudios. Todo nació por eso, porque en las provincias vascas, en Euskadi, la misión, junto con Navarra, era algo muy sentido.

Para decir la verdad, que fuese mariano, la Consolata, sonaba un poco raro entonces. Pero sí, porque el lema de nuestro instituto es llevar el consuelo de Dios a los hombres, que es el mismo Jesús. Entre nosotros nos animamos.

Con el primero que fue, nos pusimos a cartearnos. Se está bien, decía, se come bien aquí en Italia. Como se ve, motivaciones muy espirituales. Y al año siguiente nos animamos tres más. Uno de ellos tuvo que volver por cuestiones de problemas familiares. Total, quedamos dos nada más, junto con el primero. Y hoy seguimos los tres. Alguno ya ha cumplido los ochenta. Yo los cumplo ahora en mayo. Y allí empezó toda nuestra aventura, nuestros estudios, etcétera. Así es como comenzó, porque se vivía mucho la misión, el llevar el Evangelio, la Buena Noticia. Y nosotros vimos aquí como un camino que podía ser nuestro futuro como sacerdotes, pero misioneros. Para evangelizar, llevar la Buena Noticia, el Evangelio. En aquella época no se hablaba tanto de que también la misión está aquí. Eso se habla más ahora. En aquella época veíamos la misión como ad gentes. Había que ir lejos de casa, lo que suponía un desgarro, una separación. A eso nos animaba la edad nuestra. Yo tenía 18 años. Ser joven y tener el entusiasmo de querer hacer algo. Quizá también, un poco, el ejemplo de misioneros, que veíamos y conocíamos, nos animaba a lanzarnos a la misión. Y aquí estamos, aquí sigo yo.

Después de la ordenación, en 1968, en diciembre, que lo hicimos en mi propia parroquia de Bilbao, en San Ignacio de Deusto, me destinaron a la que fue mi primera pequeña crisis. En lugar de poder salir corriendo ya para la misión, me dijeron que que me quedara por un año para la animación misionera. Y esos años primeros, los empleé animando, tratando con la juventud, la pastoral juvenil, la pastoral misionera en Málaga. Allí estuve cinco años hasta que por fin me dieron el destino de Tanzania. Fuimos y la primera cosa es hacer un curso de lengua y de cultura bantú, la del lugar. Estuve en un centro de Tabora, en Kipalapala, que es un seminario enorme. Ahora seminario local. Allí hice un curso de lengua y, a los pocos meses, tres meses, nada más, me mandaron a una misión, en el altiplano de Tanzania, centro sur, en las Highlands.

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